En el México de 1910, Porfirio Díaz se dio a la tarea de construir e inaugurar obras que le mostraran al mundo el momento del progreso, prosperidad y modernidad que vivia el pais.
Así fue como construyó el Manicomio General La Castañeda, inaugurado el 1ro de Octubre de ese año, ante los representantes de la política nacional y miembros de la clase alta.
La institucion cumplia con doble funcion, era hospital y asilo que atendía a los enfermos mentales de ambos sexos; ofreció un espacio donde se propiciaba la enseñanza médica y los últimos avances de psiquiatría; realmente satisfacer la atención mental era un símbolo de progreso.
Pero el tiempo y el desdén lo convirtieron en un sitio de horror, y las historias escalofriantes que se cuentan aún nos lastiman.
Los primeros pacientes fueron diagnosticados con epilepsia, enfermedad que en ese tiempo era considerada como idiopática-que significa de irrupción espontánea o de causa desconocida- para la cual no había un tratamiento satisfactorio, además se pensaba que quien la padecía era atraído a la violencia y al crimen.
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La Castañeda de dividió en varias secciones:
Pabellón de los pacientes distinguidos, para los miembros de las familias ricas que no presentan comportamiento agresivo, los parientes hacían generosas donaciones.
Pabellón de observación, donde llegaban los pacientes por primera vez y se alojaban hasta que eran diagnosticados.
Pabellón de pacientes peligrosos, resguardaban a los pacientes más agresivos y con antecedentes criminales.
Pabellón de los epilépticos.
Pabellón de los imbéciles, donde se alojaban los pacientes con retraso mental evidente.
Pabellón de los infecciosos, pacientes con alguna enfermedad infecciosa como tuberculosis, sífilis, lepra o fiebre tifoidea, también las sexoservidoras eran remitidas a esta área.
La Castañeda sobrevivió a la Revolución Mexicana y a partir de los años veinte se rompió la burbuja de perfección y comenzó a gestarse la leyenda negra, llevó a la institución a llamarse “La puerta negra al infierno”.
La mayoría de los pacientes mentales eran discriminados y abandonados; sus propios familiares les rechazaban y los recluían, aunque su padecimientos no cumplieran los requisitos para ser confinados en esta institución.
A la mayoría de los varones se les diagnosticaba con alcoholismo y a las mujeres como neuróticas, a los indígenas se les internaba bajo la excusa de que eran inadaptados sociales. Los medicamentos no ofrecían mejoría, el hecho era que más del 80% de los pacientes no padecía ninguna enfermedad mental.
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Además de padecer un abuso de tratamientos de electrochoques y baños de agua helada, los internos sufrían el encierro en cuartos húmedos y llenos de ratas, así como las condiciones sanitarias y médicas cada vez peores.
Un interno con algún retraso mental era tratado como animal. A las madres solteras se les consideraba prostitutas y, a las prostitutas, delincuentes. Se puso de manifiesto la escasa efectividad del personal médico y los derechos de los pacientes brillaban por su ausencia.
A pesar de la censura y la cultura cinematográfica de adoctrinamiento para crear la familia mexicana modelo, en los años 50 se rodaron allí escenas de la película La pajarera con la actriz argentina Libertad Lamarque en el papel de una demente.
Antes de celebrarse la XIX Olimpíada en la Ciudad de México (1968), se llevó a cabo la llamada Operación Castañeda: el edificio fue clausurado y demolido y sus 3,500 internos fueron reubicados en seis nuevos hospitales psiquiátricos modernos (como el Hospital Psiquiátrico Fray Bernardino de Sahagún).
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En 2001, Alberto Carvajal, profesor e investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), comenzó a buscar a sobrevivientes del manicomio. Pudo ubicar y entrevistar a unos cincuenta que estaban confinados en hospitales de la Ciudad de México.
Encontró casos que hoy son absurdos, como el de un vecino de Tepito, de nombre Enrique, quien fue internado por desesperar a sus vecinos, al cantar día y noche. Otro caso fue el de una mujer del Istmo de Tehuantepec, quien fue ingresada a los 16 años de edad, después de ser expulsada de su pueblo.
Seguramente el día 29 de junio de 1968, al cerrar por última vez la puerta, se clausuró la historia de más de 68,000 vidas que jamás podrán contarnos cuál fue su triste realidad.
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