Expertos afirman que la felicidad es una enfermedad.


Más de 40 millones de personas en el mundo consumen Prozac. Este antidepresivo dejó de ser un medicamento de uso excepcional para volverse un artículo universal de primera mano desde la década de los 90. ¿Es esto una señal inequívoca de que la depresión va en aumento? O, en cambio, ¿podría significar que tenemos mucho menos tolerancia a los estados emocionalmente bajos y que consumimos más para sentir menos?

Y es que la idea de ser felices nos vuelve completamente desdichados, no vemos obligados a conseguir la felicidad idealizada. No nos permitimos sentir nada que no sea esa dicha incomparable; el más leve atisbo de tristeza desata miles de alarmas en nuestra cabeza y pensamos que tenemos que eliminar, a como dé lugar, esa sensación.

No soportamos el dolor, nos escondemos de él, huimos y nos fugamos lo más lejos del sufrimiento. Podemos estar de acuerdo en que la búsqueda de la felicidad nos trae desdichas eventuales, pero ¿y si la felicidad en sí misma fuera una enfermedad?

Hay un especialista que lo afirma en un artículo publicado por el Journal of Medical Ethics

«Se propone que la felicidad se clasifique como un trastorno psiquiátrico y se incluya en futuras ediciones de los principales manuales de diagnóstico bajo el nuevo nombre: trastorno afectivo mayor, tipo agradable». De acuerdo a este texto científico, «se demuestra que la felicidad es estadísticamente anormal, consiste en un grupo discreto de síntomas, se asocia con una serie de anomalías cognitivas y probablemente refleja el funcionamiento anormal del sistema nervioso central».

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Quien asegura esto es Richard Bentall, profesor en el Instituto de Psicología, Salud y Sociedad, Universidad de Liverpool, autor de numerosos libros sobre la mente y su conducta.

Como él mismo lo ha explicado, su investigación se centra en la psicosis —condiciones que conducen a diagnósticos como “esquizofrenia” y “trastorno bipolar”—, aunque ha mantenido una postura crítica sobre el valor científico de estos diagnósticos.

«He estudiado los mecanismos que conducen a síntomas como alucinaciones y delirios, y también la eficacia de las intervenciones cognitivas conductuales para las personas que son afectadas por ellos. Más recientemente, he estudiado cómo el entorno social —por ejemplo, trauma en la infancia— aumenta el riesgo de enfermedad mental.

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Para comenzar, explica que la plenitud puede ser una enfermedad porque implica una identificación de síndromes que aparecen reunidos, algunos de ellos son los siguientes:

Las personas que reportan altas intensidades de felicidad también reportan alta intensidad de otras emociones

La felicidad está relacionada con el estado neurofisiológico de desinhibición: quien es feliz se siente mucho más liberado que quien no, por eso se relaciona con la manía.

Es estadísticamente anormal; es decir, la mayoría de las personas dicen sentirse infelices.

Tiene síntomas reconocibles: exceso de autoestima, episodios de euforia y juicios equivocados sobre la realidad.

Funcionamiento fuera de lo común: un exceso de vigor, más energía y se es menos perceptivo al dolor.

Visión parcial hacia uno mismo: engrandece sus logros y supone que los demás lo tienen en la misma estima.

Puede durar desde unos minutos hasta meses. Al final, los síntomas no son completamente permanentes.

El investigador denunció que, por lo general, la felicidad no es negativamente valorada. Es decir, siempre se da por hecho que es algo positivo y por esa razón queda descartada del estudio de la ciencia, lo cual nos hace cuestionar la objetividad de su definición.

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Fuentes:

  • https://www.soy502.com/articulo/felicidad-podria-ser-desorden-psicologico-101024

 

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