El caso de Isabel Puente y su agresor Julio César Kala fue uno de los más sonados y con mayor alcance mediático por tratarse de un personaje influyente dentro de la Universidad de Guanajuato, allegado al rector Luis Felipe Guerrero Agripino.
“Cuando me enteré de que Kala había renunciado por presión de los estudiantes no lo podía creer (…) Durante mucho tiempo fueron subestimados por el rector y al fin derrumbaron una barda muy grande que en su momento yo no pude derrumbar”.
Isabel, quien actualmente se dedica al activismo para ayudar a más mujeres que atraviesan por alguna situación similar a la que ella vivió en el año 2015, cuando Julio César Kala la atacó sexualmente sacando partido de su posición de poder, reconoce el esfuerzo de las abejas y de las feministas en Guanajuato pero asegura que a las autoridades no les importa por tratarse de “una violencia que ellos no ven porque al mismo tiempo la ejercen”.
El acoso sexual en la Universidad de Guanajuato siempre ha existido, aunque la regla ha sido abordarlo como chisme de radio pasillo. Isabel lamenta que no sea la única que pasó por una situación traumática que se tradujo en un parte aguas para su vida, pues tuvo que reestructurar sus planes a futuro luego de haber denunciado a un académico de peso.
El tema era tan delicado que no la dejaron salir de la oficina de rectoría a donde llegó a levantar la denuncia: le ofrecieron continuar con la beca de la que gozaba sin acudir a la universidad y un puesto laboral en SEDESOL, pero ella no tenía nada que negociar. Renunció a su beca, a su carrera en la UG y se mudó con sus sueños a cuestas a la Ciudad de México para empezar de cero.
“La Universidad le está apostando al olvido, a seguir contratando amigos en vez de a gente preparada. Por mucho tiempo les funcionó ofrecer sobornos, intercambiar favores políticos, pero conmigo no”, señala Isabel con firmeza del otro lado del auricular.
Sin embargo el camino no fue nada fácil. Luego de la denuncia Isabel fue revictimizada, señalada por sus compañeros, amenazada de muchas formas e incluso algunos miembros de su familia le retiraron la palabra. Recuerda el episodio entre ella y Kala como algo irreal. El acoso la hizo sentir culpable. Se bañaba más de una vez al día porque se sentía sucia.
“Fue un batallar que no le deseo a nadie porque yo estaba sola e iba a contracorriente. Nadie me quería ayudar porque no les convenía. Sólo tenía mi voz”.
Explica que por ley toda conducta de acoso es causa de recesión, por lo que UGénero no existiría si desde un inicio se destituyeran de sus cargos a los profesores con denuncias sólidas por acoso, pero no sólo no se atienden las agresiones sexuales dentro de la universidad, la respuesta de la UG para sancionar a profesores con casos probados ha sido aplicar suspensiones de ocho días, con goce de sueldo.
“Tenemos que eliminar los problemas de raíz y mandar un mensaje de cero tolerancia que sea contundente e irreversible, que sea irrevocable. Se necesita a alguien nuevo en la rectoría”.
Si bien Julio César Kala logró salirse con la suya en muchos aspectos, Isabel considera que su renuncia y la presión que ejercieron los estudiantes para que esto sucediera es un primer paso que anuncia un cambio positivo.
“Es empezar a hacer justicia. Si yo estaba harta y muy enojada los estudiantes estaban enardecidos. Me da gusto el nivel de conciencia que están alcanzando”.
Son veinte para las tres y María Isabel está sentada detrás del Palacio de Bellas Artes a la espera del contingente feminista. Entre las mujeres que alzan la voz distingue a una joven con un cartel que delata su procedencia: se trata de una abeja de la Universidad de Guanajuato. La abeja grita el nombre de Ana Daniela Vega.
Isabel la alcanza entre la multitud y tanto la chica como otras dos abejas la identifican de inmediato, una sorpresa grata pero al mismo tiempo triste para Isabel. Las chicas comparten las historias de acoso que vivieron en la preparatoria, cuando apenas salían de la adolescencia. El encuentro fue breve pero significativo. Sirvió para reforzar algo que Isabel se ha dedicado a construir bloque a bloque: un muro de contención frente a un sistema patriarcal y opresor que ha echado raíz dentro de las instituciones educativas.
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