La entrada a un bar, un restaurante o un centro comercial. Los noticieros de todas las cadenas, los bombardeos de publicidad aspiracional y las telenovelas que se exportan a decenas de países con protagonistas.
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Se dice que “hay que mejorar la raza” al buscar pareja, que “trabajaste como negro” cuando vuelves a casa y se te pide que “no seas indio”. En fin, la infinidad de términos, frases y dichos racistas es interminable, pero en el fondo hay un hecho ineludible: el estigma de ser llamado “indio” o “negro” aún marca la vida de las personas, lo que pueden reclamar y hasta dónde se les permite llegar.
En México el racismo es una cuestión ejercida a diario; sin embargo, al confrontarnos con la realidad los mexicanos muestran sorpresa y argumentan “nosotros no somos racistas”.
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La antropóloga de la Universidad Autónoma de Yucatán, Eugenia Iturriaga explica que esta incapacidad para reconocernos, es gran parte por los medios de comunicación y el cine:
“..pues dicha palabra nos remite a películas como Mississippi en llamas, al apartheid en Sudáfrica o al genocidio nazi, pero poco reparamos en nuestro trato hacia los indígenas y afromexicanos, o hacia los inmigrantes centroamericanos o personas de tez morena”.
La publicidad es un buen termómetro de esto, como se demostró con la actriz Yalitza Aparicio, que hizo su primer trabajo de actuación en “Roma”.
La joven es la primera mujer indígena en la historia en ser nominada al Oscar en la categoria de mejor actriz, pero para muchos en México este logro es lo de menos cuando tienen algo que decir sobre ella.
Desde el actor que la llamo “pinche india” o las críticas por cómo la fotografiaron en las portadas de revistas, o los incontrolables comentarios en las redes sociales cobre como se viste, en fin hablar de su trabajo en el filme “Roma” paso a segundo plano.
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Y pese al cúmulo de evidencia, ¿por qué nos negamos a asumirnos racistas? Ello tiene que ver con la idea del mestizaje y con cómo México se construyó como nación a mediados del siglo XIX y, después, con el proyecto de posrevolucionario que enarbola al mexicano como producto de dos sangres: la española y la indígena. Por ello aún nos preguntamos, ¿cómo podemos practicar el racismo si tenemos dos raíces?.
Es un problema de composición de nación, de cultura, al que el mismo país ha sido sometido con falsas ideas del primer mundo.
Ahora nos sorprenden las noticias sobre el racismo de Estados Unidos, nos molesta la discriminación de su presidente y los hechos ocurridos con George Floyd, pero en nuestra realidad no nos importa se racistas con otros latinos o con los latinos del sur.
El racismo se justifica, como el machismo, por la herencia genética, los pobres no están jodidos por culpa de la historia, sino por obra de la biología. En la sangre llevan su destino y para peor, los cromosomas de la inferioridad suelen mezclarse con las malas semillas del crimen. Cuando se acerca un pobre de piel oscura el peligrosímetro enciende la luz roja y suena la alarma.
El racismo ubica a las personas con ciertas características físicas en un lugar definido del que no pueden salirse porque les es natural y consustancial, y esta idea ha sido asimilada históricamente por los mexicanos, por lo que estudiar el fenómeno resulta clave.
“Esto no debería ser definitivo, pues a medida que entendamos cómo se arraiga este pensamiento podremos hacer algo para combatirlo, cambiarlo y, al final, desinstalarlo de la mente de los humanos”.
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FUENTES:
- http://www.unamglobal.unam.mx/?p=18031&fbclid=IwAR1w1Q3KoIZipeHVjYkTuhpfuHprqw46iW7kPRcjPoKAD_AFCC6BBwSYmcM
- https://elpais.com/sociedad/2019/11/27/actualidad/1574891024_828971.html
- https://politica.expansion.mx/voces/2020/06/03/anti-racismo-moda-o-conviccion
- https://www.eluniversal.com.mx/espectaculos/los-ataques-yalitza-aparicio-exponen-el-racismo-en-mexi
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