El feminicidio como manifestación extrema de la violencia contra las mujeres.


El término “feminicidio”  fue propuesta de Diana Russel, quien lo considera como “el asesinato de las mujeres a manos de los hombres debido a que son mujeres”. El concepto feminicidio se ha usado por más de 40 años, surgió en Estados Unidos y muchas académicas y activistas feministas le han dado un contexto adecuado en latinoAmérica, pero en especifico en México, donde este fenómeno alcanza cifras humillantes. 

Hay que aclarar que la violencia feminicida se refiere a la violencia extrema, que incluye los asesinatos de mujeres o los intentos de hacerlo.

La violencia contra las mujeres ha sido una constante en la historia humana y un mecanismo efectivo mediante el cual se han mantenido su subordinación (dominio que se produce aplicando la fuerza) que pareciera natural, pero que es construida de manera violenta.

Dice Pierre Bourdieu, sociólogo contemporáneo francés, esa imposición social prepara a las mujeres durante toda su educación y formación para encontrar su condición de subordinación natural e incluso deseable; a esto lo llamó “habitus“, que es un sistema de categorías de percepción, pensamiento y acción.

Por el otro lado, el habitus afirma al masculino como lo legítimo y superior, es “matriz de todas las percepciones, pensamientos y las acciones del conjunto de los miembros de la sociedad”; es por ello que resulta difícil cuestionar su complejidad y entender la lentitud con que se modifican las relaciones de género. En este sentido, la mal llamada “tolerancia” de muchas mujeres a la violencia de pareja o de cualquier tipo no es más que el “reflejo de una dimensión invisible de la violencia, de una naturalización del fenómeno”.

El Observatorio Estatal de Violencia de Género, hizo un diagnóstico de los últimos años con respecto a la violencia hacia las mujeres, dijo que el número de muertes aumentó a partir del año 2005.  Los feminicidios son crímenes por convicción, al igual que el terrorismo.

Diana Russel enfatizó en las motivaciones para el asesinato de mujeres, tales como el odio o el desprecio de los hombres hacia ellas, así como el placer que les implica privarlas de la vida al sentirlas de su propiedad; muchas muertes violentas de mujeres se consideran naturales para el estado, es decir, “habitus” que invisibiliza la violencia cotidiana que enfrenta la mayoría de las víctimas de feminicidio, minimizando su forma de morir.

El atacante siente que debe hacerlo; es difícil de aceptar y de comprender que la violencia contra las mujeres tenga relación con el género, que nos asesinen solo por el hecho de serlo. Por ello se le ha llamado violencia de género a este tipo de violencia.

El agresor aplica violencia para mantener el comportamiento de la mujer, dentro de los parámetros que responden, únicamente a la voluntad del hombre. Los agresores de mujeres no se diferencian de ninguno de los dictadores que han matado a una infinidad de seres humanos.

La violencia de género es el instrumento del agresor para anular la personalidad de la mujer y conformar un nuevo ser, una nueva identidad, sometida y subordinada a los deseos de este hombre.

Una experta en temas de violencia, entrevistada en Sonora, señaló que al cuestionar a las autoridades sobre las investigaciones se obtuvieron respuestas como: “No podemos opinar mucho por que parece que esta persona se dedicaba a la prostitución o trabajaba en uno de estos restaurantes que estás aquí a la orilla de la ciudad”. Es decir:

La propias autoridades sugieren que es justificable que los hombres asesines a las mujeres si éstas se encuentran en lugares “inadecuados”o desempeñaban actividades “poco decorosas” o estereotipadas. 

Al final, el hombre agresor no ejerce su violencia hacia la mujer en conciencia literal de que lo hace porque ella es mujer, si no en la convicción de que tiene derecho a someterla a corregirla como persona porque tiene superioridad moral sobre ella.

Tal vez, si nos imaginamos cómo educaron al agresor, estaremos en mejores condiciones de entender la secuencia de violencia que conduce al asesinato. El asesinato de la mujer en violencia de género representa el fracaso del agresor para someterla.

En realidad y paradójicamente el agresor no desearía llegar al asesinato, no querría, sino que, en función del código moral que ha establecido para respaldar su conducta auto legitimada de violencia, se ve obligado a llegar a esa solución final. El agresor llega hasta el asesinato porque la mujer quiere ser libre, tener la libertad que nos hemos dado en las imperfectas democracias tras innumerables sacrificios y revoluciones.

Así, más del 80% de las muertes en violencia de género se producen en el contexto de una eventual ruptura de la pareja a instancias de una mujer, una esclava, que quiere romper sus ligaduras y reencontrarse con su identidad arrebatada.

Por eso nos matan. 

 

 

FUENTES:

  • http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1870-39252014000600002
  • http://www.mujeresenred.net/spip.php?article1314
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