Muchas veces me he preguntado por qué escucho la música que escucho y al hacerme esta pregunta, me surgen razones de tipo familiar, político, cultural, histórico y social.
En mis “archivos cerebrales” de música me encuentro con las música que escuchaban mis padres; con los boleros que disfrutó mi abuelo; con los jingles de la televisión y las caricaturas, con la música popular y folklórica patrimoniales de México y con las “música del mundo”, globalizadas por que han intentado develar lo que aún siguen denominando “exótico”; con algo de rock psicodelico, reggae rebelde, jazz de los afroamericanos y con algo de electrónica experimental.
Extrañamente también me encuentro con el pop y sus remix que condimentan con rítmicos sonidos electrónicos las canciones de las divas del pop.
¿Desde qué contexto incorporé el pop a mi propio museo cerebral de la música? La razón es, insisto, exclusivamente de tipo familiar, político, cultural, histórico o social.
De tipo sexual, el pop lo incluí en mis archivos a través de mi visita a los “bares gay”: espacios en donde, de cierta forma, se pueden desplegar libremente de su libertad sexual.
La historia de la música no sería la misma sin ciertos personajes con una característica en común: son transgenero, transexuales, travestís, ambiguos o simplemente juegan con su sexo sin definirse. Nacieron en la marginalidad, pero gracias a los estragos y a las características propias de la noche, salieron a la luz en forma de artistas en solitario y reconocidos.
Con el paso del tiempo esto artistas tienen una evolucion bastante grande, desde el nacimiento de las grandes travestis ultramaquilladas y hasta la desaparición de esos corsés y clichés para dar paso a una imagen más natural, contemporánea y premeditadamente ambigua: desaparecen los pelucones y se reivindica los transgénero con una estética cercana a un tercer sexo.
La Bruja de Texcoco, Luisa Almaguer, Zemmoa, Dj Guapis, etc… solo por mencionar algunas(os), son artistas que han venido a revolucionar la industria musical, que contienen una magia melancólica en sus letras y, en el caso de los dj, una selección musical que marca la fuerza, tristeza y sobre todo poder, todo siendo el resultado de malos tratos y discriminación, pero que llegó para poder desarrollar a un superhombre.
Tal vez a partir de ese nuevo género aún en construcción, ayuda a que la sensibilidad hetero establecida también construya nuevas formas más sensibles en el nuevo discurso de masculinidad.
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