Hace unos meses Rafael, un buen amigo, me escribió para pedirme consejo. Estaba teniendo problemas en su matrimonio y no sabía qué hacer. Mencionó de pasada que su problema principal tenía que ver con sexo. En el fondo del hoyo y cavando, decía Rafa apesadumbrado. Él vive en una ciudad cercana. Hace un rato que no lo veía. Así que aproveché para visitarlo y platicar. Nos juntamos en un café en el centro de la ciudad, y ahí me contó su situación.
Rafa conoció a su esposa Diana hace unos 15 años. Al principio todo era miel sobre hojuelas. El sexo era todo novedad y descubrimiento. Conforme se iban conociendo todo mejoraba: momentos más íntimos, sensaciones más abrumadoras y orgasmos más escandalosos. Estaban tan contentos, que Rafa no se imaginaba sin Diana y ella sentía lo mismo por él. Empezaron a vivir juntos los 2 años de novios. Y tiempo después, decidieron casarse. En algún punto del noviazgo, o tal vez del matrimonio, la novedad desapareció y se convirtió en sexo de rutina. Al primer año de casados, la frecuencia sexual cayó un poco. Nada inesperado. Nada de qué preocuparse.
Pero con el paso del tiempo, la sexualidad de la pareja, silenciosamente, casi como a escondidas, se fue haciendo chiquita. Cada vez más rutinaria; cada vez más ausente; cada vez más innecesaria. En algún punto estaba tan mermada su vida sexual, que Rafa no pudo hacerse más de la vista gorda. Lo intentó platicar con Diana para resolver el problema. No llegaron a nada. Como buena pareja moderna, fueron con un psicólogo. El psicólogo les ayudó a discutir y les dio unos cuantos consejos para mejorar su matrimonio.
Nada en particular sobre la cuestión sexual, argumentando que el sexo era un todo y que primero había que trabajar en la comunicación de pareja, en la rutina de la casa, en el cuidado personal, etcétera. Rafa no quedó contento con el enfoque holístico del psicólogo. Así que buscando mejores respuestas, platicó con sus amigos casados. Vio que estaba un poco mejor que la media, así que concluyó “Así es el matrimonio y punto, ¿para que buscarle tres pies al gato?”. Después de 5 años de casados, decidieron tener hijos. Diana dejo los anticonceptivos y se pusieron manos a la obra para lograr el embarazo. Ambos se sorprendieron gratamente al retomar su vida sexual con una intensidad ya medio olvidada. A los 2 meses de intentarlo, ella quedo embarazada.
Durante los primeros meses de embarazo, el deseo de ella siguió en aumento y su cuerpo fue cambiando, por lo que hubo otro renacer de esa sexualidad que vivieron durante su noviazgo. Recuerdo exactamente las palabras melancólicas de mi amigo “por un momento pensé que a Diana no se le antojaba ya por las anticonceptivas. Yo estaba feliz de haber recuperado a la Diana fogosa de al principio. Pero no. Solo fue una llamarada chiquita. Un chispazo. Las llamas de deseo del ayer, se quedaron ahí, en el ayer”. Cuando me contó esto, su voz cambió. Una gotita de luz apareció en su mirada. No sé si fue alegría de recordar este periodo, o tristeza de haberlo perdido. Seguramente fueron ambas. Porque a partir de esta parte de su relato, las cosas se fueron verdaderamente en picada.
Los últimos meses del embarazo fueron complicados. Ella estaba incomoda, le costaba trabajo todo, y las náuseas no paraban. Estaba preocupada todo el tiempo y por todo. El parto tuvo que ser cesárea. Entonces tuvieron que hacer cuarentena con reposo total y nada de sexo. Cuando terminó la cuarentena, Rafa compró flores. Hecho un Romeo, se apareció en casa después del trabajo. En este punto, su casa era un cuchitril decorado con pañales, restos de papilla y manchas de leche. La música ambiental eran lloriqueos de recién nacido en Dolby Surround 7.1. Y lo peor: su Julieta estaba sumida en lo más profundo de su depresión post-parto. Rafa es un tipo empático y compasivo, así que decidió apapachar a Diana. Estoicamente cargó a su hijo y dejó sus necesidades “románticas” para otra ocasión. Esperaría una semana o dos, o … lo que ella necesitara. Retomaron su vida sexual casi tres meses después. Con el nacimiento de su hijo hay más peleas, más gastos, más responsabilidades y por supuesto más estrés. Ella no se siente casi nunca con ganas de nada sexual. Al menos es lo que él sospecha. Cuando el niño les deja algo de tiempo y energía, ella prefiere dormir, o salir con amigas, o platicar. Me contó Rafa que de novios, una vez tuvieron sexo 3 veces en un solo día. Cuando se mudaron a vivir juntos, en promedio lo hacían 5 veces a la semana. Ahora, no es raro un semestre donde pase solo 3 veces. Pasaron de un máximo de 3 veces por día, a un mínimo de una vez al bimestre!
-¿Y cómo estas con esto? – le pregunté.
-Pfff… mal! he intentado de todo. La invitó a cenar, al cine, le llevó flores, intentó platicar con ella, escucharla, salir con sus amigos, apoyarla en lo que puedo, en su carrera, haciendo tareas en la casa, cuidando a mi hijo. Me he enojado, he hecho berrinches, me he dormido en el sillón, me he ido de la casa. ¡He hecho todo, y nada funciona! Las cosas no mejoran. Un chispazo de calentura por ahí de vez en cuando, pero prácticamente todo sigue igual. Ya no sé qué más hacer. Y es eso lo que me desespera y me tiene tan frustrado. ¡Es que ya no sé qué hacer!
-¿Y ella que te dice?.
-Diana me dice que me quiere, que me ama, que soy el hombre de su vida. Que el amor no falta. Pero dice que está muy cansada, o que le duele la cabeza, o que está estresada… lo que sea. Pero siempre hay algo. Incluso le he puesto trampas. Y de alguna forma u otra, se sale por la tangente. Siempre.
– A ver ¿cómo está eso de las trampas?
-Si, por ejemplo, una vez, en vez de preguntarle directamente si quería coger, le dije:
-Te ves cansada, ¿todo bien?
-Si, todo bien. No estoy cansada
-Ah orale. Y ¿qué será? ¿te duele la cabeza?
-No, me siento bien.
-Es que algo te veo. No sé, tal vez como estrés. ¿Es estrés?
-No, de verdad estoy bien.
-Pues no sé, no me convences. Tú tienes algo. ¿Será que algo te preocupa?
-No, no me preocupa nada. Al menos nada importante.
-Pero entonces estás bien. ¿Segura?
-Si, de verdad estoy bien.
-Ah, que bien. Entonces, ¿te gustaría que intentaramos algo? Ya sabes…
-¿Sabes que onda? Es que lo que si es que si tengo es como que hambrita. Y me comento Majo que se iban a juntar para bla bla bla…
-¡No hay forma!– me dijo mi amigo– De hecho, esa vez nos peleamos. Ya hablé con ella miles de veces. Incluso ya le puse un ultimátum.
-¿Un ultimátum?
-Si lo ves desde un punto de vista lógico, no es un problema complicado.
El sexo es como un juego para el que se necesitan dos personas. Bueno, dos personas al menos. Y pues si ella no quiere jugar, no la voy a forzar. Tan simple como que habrá alguien más que quiera jugar. Ahora, la fidelidad o infidelidad depende de los acuerdos de la pareja. Si los acuerdos de la pareja no se rompen, no hay infidelidad. Y así se lo planteé. Le dije que yo, como hombre, tengo necesidades. Parte de cuidar mi salud es satisfacer estas necesidades. Tampoco soy un actor porno, no pido gran cosa. Puedo satisfacer mis necesidades con ella. Pero si ella no quiere, pues no la voy a forzar. Yo me hago cargo de mí. Así que si ella no quiere cooperar, alguna otra cooperará.
-Ay pinche Rafa, te manchaste. Las mujeres no se toman a bien ese tipo de comentarios “lógicos”. ¿Cómo te fue con eso? ¿Qué te dijo?
– ¡No, no, no! Yo lo sé. Por eso le aclaré que yo prefiero satisfacer mis necesidades sexuales con ella. De loco le digo que se me antojan otras. Tampoco estoy tan güey. Le dije que ella es mi esposa, y la mujer de mi vida, y el amor de mi vida, y todo… pero que de verdad necesito …algo… y si no me deja otra opción… pues tendré que buscarle en otro lado. ¿No? De cualquier forma se enojó.
Para ser más precisos: se mega encabronó. Me gritó que era mi pedo lo que yo quisiera hacer y que con esas mamadas menos le daban ganas. Me insultó. Me amenazó con que la infidelidad tiene consecuencias. Al día siguiente, ya más calmados, le insistí. Para ver que había decidido. No aceptó comprometerse a nada. Y entonces le dije “pues mira, no pareces querer ayudar. Yo no te quiero engañar. Así que te la pongo fácil.
La cosa está así. ¿Quieres tener sexo conmigo? aquí estoy. ¿No quieres? No te preocupes, yo me hago cargo. Claro, esto implica a otra u otras. ¿Quieres saber de las otras? te lo digo. ¿No te quieres enterar? Entonces no te lo digo. En cualquier caso yo no te estoy engañando. Yo estoy buscando serte fiel, pero no me dejas opción. Yo quiero ser fiel y honesto contigo. Así que tu dime ¿cómo prefieres que le hagamos? ¿quieres ayudarme a satisfacer estas necesidades? ¿o quieres que las satisfaga en otro lugar?. Y si es en otro lugar, ¿qué quieres que haga? ¿quieres que te diga? ¿o que no te diga?”
-Jajaja, neta estas bien güey. Y ¿cómo te fue con ese choro?
-Mal. Muy mal. No me respondió nada. Se puso a llorar. Yo creo que es una estrategia para no responder.
Pero yo no caigo en sus berrinches. Y le insistí “si no quieres responder, yo voy a asumir que no me quieres ayudar y que prefieres que busque fuera de casa”. Siguió sin responder, pero yo no cedí “Y asumo también, que no te quieres enterar… es que neta…no me dejas otra salida”. Siguió llorando. No me respondió a nada de lo que le pregunte. Se enojo, me insulto y peleamos.
-Y ¿en que quedaron?
-No, pues en nada
-Y ¿tú qué vas a hacer? ¿de verdad vas a buscar salir con otras?
-No tengo idea de que voy a hacer. No tengo ni idea de por donde buscarle si es que quisiera salir con otras. Me da muchísima hueva buscar salir con otras. Y no tengo idea de por donde buscarle. No es como que vaya a fiestas, o bares, o que tenga compañeras solteras. Y la verdad es que estoy tan enojado y deprimido, que ya ni se me antoja nada.
De regreso a casa, la plática con Rafa no dejaba de darme vueltas en la cabeza. Normalmente me obsesiono con temas raros. Las cosas extrañas me parecen muy interesantes. Y no había nada extraño en esta plática. De hecho era totalmente lo opuesto a algo extraño. La situación de Rafa era de lo más normal. Y eso era lo que me obsesionaba.
Nadie lo estaba hablando directamente, pero es una situación normal. Demasiado normal. Enfermamente normal. La mismita platica la he escuchado directamente de 3 o 4 amigos, y la he escuchado indirectamente de otros tantos conocidos. Yo llevo 15 años de casado y tengo dos hijos. Conozco perfectamente la situación. Yo mismo he vivido la misma situación ya unas cuantas veces. Pareciera que todos estamos metidos en la misma crisis.
En el trabajo, estoy en un equipo de fútbol. Todos los del equipo somos cuarentones, misma situación socio-económica y todos tenemos hijos. Uno de los papás nos invitó al open house de su departamento, porque se separó de su esposa.
Como era obvio, durante la partida de dominó, salió la plática de su separación. Nos contó que llevaba 6 meses a pan y agua. No sexo de ningún tipo. Besitos de hola y adiós y párale de contar. Otro compañero del equipo confesó que llevaba casi dos años separado y unos 6 meses viviendo con su nueva novia. No nos había contado porque así lo había acordado en un principio con su ahora ex. Él pensó que iban a estar separados un par de meses. No salió así. Casi al año de la separación el conoció a una chica y ahora ella vive con él. No sabe si su esposa sale también con alguien. Él no pregunta y trata limitar los temas con su ex a lo único que les queda en común: su hijo. Otro nos contó que estuvo durmiendo en cuartos separados por más de un año. Se “arreglaron” porque él tiene 5 hijos, la economía no está para divorcios ni para rentas de otro departamento. Definió su relación con su esposa como “amistosa y cordial”.
Otro nos contó una historia muy rara y confusa. Que si un amigo suyo tiene unas amigas strippers, y que no sé por qué le llamaron a él y que su esposa le vio el celular, y les llamó de regreso y hubo el gran conflicto. Su esposa no trabaja. Yo sospecho que por eso no lo dejó. Y lo que sí, es que ella para castigarlo, lo hizo que la llevara de viaje a las Vegas donde se “reconciliaron”. ¿Por qué entre comillas? Porque resulta que en las Vegas ella le dio su buena ración de ayuno sexual: nada de nada. “Peda lo que quieras, pero no me dejó ni tocarla”- decía. El más joven del equipo nos quiso aleccionar. Decía que la culpa la teníamos nosotros, que él adoraba a su esposa y su esposa lo adoraba a él, y que con amor bla bla bla… no es la primera vez que se ponía pesado, y siempre le respondemos igual: llevas bien poco casado, espérate un ratito ¡ya verás! No lo he visto últimamente, pero una amiga se lleva con su esposa y me contó que andan mal. Su esposa se va gran parte de la semana a otra ciudad a un curso. El elige los proyectos del trabajo que implican viajes. Hacen lo que pueden para evitarse, porque cada vez que intentan hablar, se pelean. Lleva un rato sin ir a los partidos, yo creo que quiere evitarse el “!Ándale güey!
Todos te lo dijimos. ¿No qué no?”. Obvio nadie la va a decir nada, pero sospecho que secretamente todos lo pensamos. Y todos lo sabemos: con el tiempo, el matrimonio y los hijos, los problemas se vuelven ríspidos y frecuentes; el sexo se vuelve monótono y escaso; el césped del vecino se vuelve más verde, y la monogamia se vuelve todavía más difícil.
La historia de mi amigo Rafa no me sorprendió por lo que me contó, sino por lo que veo alrededor. Hay algo en el matrimonio, a nivel global, que no está funcionando. Algo muy grande e importante está roto en nuestra sociedad. El camión que me llevo a mi ciudad hizo 4 horas que se me pasaron como si fueran minutos. Porque en mi cabeza, surgían miles de preguntas. Cada una más interesante (al menos para mí), que la anterior: ¿A quién afecta este problema?
¿Será algo generacional, o nacional, o de clase socio económica? ¿O estaremos todos así? ¿Qué es lo que está roto, el matrimonio, la sociedad, la monogamia, la sexualidad o el individuo? ¿Pasaba esto antes? Y si no: ¿Por qué no? ¿Habrá alguna solución? ¿O habrá varios enfoques diferentes para resolver el mismo problema?
Cuando me di cuenta, el camión en que viajaba, había llegado a su destino. Yo estaba inmerso en un mar de preguntas interesantísimas. Así que decidí dedicarle tiempo a esto. Y aquí estoy. Tratando de plantear, estructurar, simplificar y responder las preguntas que vayan saliendo. Intentando definir un problema y encontrar soluciones.
Esperando ayudarme a mí mismo, y si es posible ayudar a alguien en el camino. Un camino seguramente divertido: lleno de fenómenos interesantes, chismes jugosos, conocimiento, detalles escandalosos, secretos no contados, historias, sentimientos, infidelidades, relaciones humanas, fenómenos y experimentos sociales, ciencia y tecnología, cultura… y ¡vida! ¡Mucha vida!
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