La probabilidad matemática se desarrolló a petición de algunos aristócratas que les gustaba jugar a los dados y desde entonces se han desarrollado un conjunto de modelos que han llegado a las esferas de los sistemas de simulación de procesos y de la predicción del comportamiento de eventos, esto, con la idea de adelantarnos a los hechos, a los resultados. Los meteorólogos, vulcanólogos y geólogos buscan con pasión el predecir tormentas, huracanes, erupciones volcánicas y terremotos. Sin embargo, la realidad se comporta más allá de los modelos predictivos. La fantasía de predecir el futuro sigue siendo un artilugio que sigue haciendo de las suyas, vendiendo ilusiones y aprovechándose de la necesidad de humana de aspirar a conocer lo que vendrá.
El COVID -19 ha puesto a jugar a la probabilidad y a la estadística al intentar predecir su comportamiento. Lo cierto es que la realidad social, humana y biológica que se conjugan en una pandemia hace que por ahora sólo vayamos recolectando datos y describiendo algunas circunstancias para documentar los hechos y con ello marcar algunas tendencias a partir de los modelos predictivos. Pero hay que tener en cuenta de forma muy clara, que todos esos modelos matemáticos y los sistemas de simulación que se ocupan hoy en día, son sólo aproximaciones a la realidad, nunca son la realidad misma. Sin duda las matemáticas y en especial la probabilidad y la estadística son herramientas que ayudan a mirar las posibilidades que se pueden presentar en futuros inmediatos, pero a la vez son frágiles e inciertos porque la realidad es rebelde, azarosa y caótica, la realidad es pese a nosotros.
La pandemia del COVID-19 pone a prueba a los gobiernos y sus lógicas, su historia y sus contextos junto con realidades políticas. Expone con evidencias las capacidades y competencias institucionales y también sus carencias y fallas, en especial ahora de los sistemas de salud y de los esquemas de Seguridad Social. Cada nación tiene realidades propias, no es lo mismo lo que está pasando en Noruega, Islandia, Finlandia, Suiza, Austria, Dinamarca, que lo que pasa en Italia, España y Francia. Tampoco es lo mismo lo que pasa en Estados Unidos y lo que sucede en América Latina y el Caribe. El COVID-19 en África está siendo totalmente distinto lo que sucede en los países asiáticos. Así cada país hace lo que puede con lo que tiene. Habrá que ir pensando que los instrumentos internacionales que se desarrollaron desde mediados del siglo XX y otros a partir de los años 80´s del siglo pasado ya deberían estar actuado para ayudar a cada país en sus contextos y necesidades particulares.
En el caso de México, está claro el COVID-10 vuelve a confirmar que somos como nación la suma de múltiples y profundas contradicciones sociales e históricas, que somos la condensación de nuestros miedos, de los años de coloniaje y dominación, y somos también producto de esa soledad que nos deprime y martiriza, de esa oquedad desde la que sigue buscando al padre ausente y que instaura la idealización santificada de la madre para asumir esa vocación que nos permite ser esos hijos e hijas en la que nos vale madre todo y que somos las víctimas siempre. Radiografía emocional y cultural que Octavio Paz hizo desde ese Laberinto de la Soledad que se suma a la descripción real y simbólica que han hecho Santiago Ramírez e Ikram Antaki, texto que por cierto cumple 70 años de su publicación en este mes de abril.
Es desde aquí podemos tener la oportunidad de pensar qué nos dicen las “curvas”, estas expresiones gráficas de la probabilidad y la estadística e indagar para quién son, desde dónde son vistas y para qué nos pueden servir.
En la estrategia de comunicación que ha hecho el gobierno federal se han presentado muchas de estas gráficas sobre el comportamiento del contagio del COVID-19. El subsecretario el Dr. Hugo López–Gatell ha explicado con suficiencia y paciencia lo que significa “aplanar la Curva” y que es la estrategia principal del Secretaria de Salud, -como la instancia de atención y control de la pandemia- que se está impulsando, lo que implica entender y atender las medidas sanitarias que se ha propuesto y que como toda política pública ésta tiene sus costos y consecuencias. Las acciones tomadas se ciñen a las recomendaciones de la OMS y la OPS, aunque a las y los mexicanos nos gana la incredulidad a todo lo que venga del gobierno. Es parte del ADN nacional.
La otra curva, la del crecimiento económico del país, advierte de la crisis económica y del impacto que tiene y tendrá en el empleo y en la calidad de vida de una buena parte de la sociedad mexicana. Los pronósticos se agudizan ante el estancamiento de la inversión privada, esto, pese a los compromisos que se hicieron el año pasado y lo que en teoría tendrían que estar haciendo en materia de inversión privada con relación a los más de 1600 proyectos de infraestructura y desarrollo propuestos en el Plan Nacional de Desarrollo, para con ello reforzar la estrategia de inversión pública y detonar el crecimiento económico en todo el país, a la par de operar los programas sociales de transferencias monetarias para los sectores más vulnerables, aquí el reto es cómo hacer que la “Curva crezca” contra todos los pronósticos y fatalismos.
En un país donde más 36.9 millones de mexicanos y mexicanas son económicamente activos en la informalidad y en donde solamente 20.1 millones de la Población Económica Activa está registrado en el IMSS, se requieren otras estrategias que partan de entender la realidad social y económica del país, si esa realidad lacerante y dolorosa que es la de la desigualdad social, la de la pobreza estructural, la del rezago social, y la de la exclusión, basta ver cómo viven más 12 millones de indígenas en el territorio nacional, realidad que en la actual pandemia, reclama y requiere creatividad, pero también una profunda sensibilidad social por parte de todos los actores, en especial los grupos empresariales y del gobierno en todos sus niveles y de todos los partidos políticos.
Si a esto el aunamos lo que Zepeda Patterson reseña*: “Las microempresas (en las que labora 1 a 10 personas) representan el 94% de los negocios en México y dan trabajo a poco más del 40% de los empleos formales. Muchos otros trabajos ni siquiera entran en este registro (por ejemplo el de las empleadas domésticas que limpian las casas de “la otra realidad”). En pocas palabras casi siete de cada 10 mexicanos que trabajan son autoempleados, laboran en changarros o en empresas pequeñas. La abrumadora mayoría de las personas no está en la nómina del Gobierno o de una empresa mediana o grande, […] y que la gran empresa concentra alrededor de 20% del empleo formal, pero arroja poco más del 60% del valor de la producción “contable””. Lo que platea un serio problema práctico para implementar acciones, como las que proponen en estos días algunos de los grupos empresariales para atender los efectos de la contingencia sanitaria.
Por otra parte, la idea de condonar o diferir impuestos en un país en donde la recaudación fiscal es la más baja de todos los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) -que apenas fue del 16.1% del PIB en 2019-, platea la pregunta de ¿cómo puede operar el Estado sin ingresos fiscales, a la vez de evitar el endeudamiento público?, cuando la apuesta del PRI y el PAN fue recaudar a través de los impuestos al consumo y de los servicios, en especial de los energéticos y sin ampliar la base tributaria, a la vez de no tener una recaudación fiscal óptima y más cuando el presidente Calderón para atender la pandemia de la influenza AH1N1 propuso elevar a 2 puntos el IVA, si bien el Congreso sólo le aumentó uno por ciento -de 15 a 16- El ingreso de dicha modificación representó 31 mil 527 millones, aunque sólo fueron destinados a hospitales y vacunas 2 mil 500 millones y se usó además una línea crédito de 205 millones de dólares del Banco Mundial.
El dilema de las curvas se resuelve, si entendemos que moralmente toca aplanar la curva sanitaria y al mismo tiempo se hace crecer la curva del desarrollo económico. Son las dos cosas y al mismo tiempo. No se puede resolver una sin la otra, más cuando no hemos creado un sistema nacional de salud sólido y amplio para todos y todas y cuando el modelo de desarrollo económico le apostó a la inversión extranjera y dejar en manos del mercado la economía nacional, sin crear desde los años 70 un modelo de desarrollo industrial nacional y sin atender los rezagos sociales, como es el caso del sistema nacional de salud que hoy a todas y todos nos debe preocupar. Las curvas nos muestran las probabilidades de lo que vendrá, pero no son el destino. El futuro dependerá de lo que hagamos todas y todos.
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